La verdad del alma: no estás hecha para un amor cualquiera
- Nanda Fonseca
- hace 3 días
- 25 Min. de lectura
Actualizado: hace 13 minutos
Está dedicado a todas ustedes: amigas, hermanas, conocidas, consultantes, maestras y estudiantes que me han compartido su historia, su deseo, su cansancio y su fe. No escribí este texto desde afuera, ni desde la teoría. Lo escribí desde la escucha, desde la observación atenta, desde el respeto profundo por el proceso interno que muchas de ustedes están atravesando.
Sé que no soy una astróloga mujer.
Y por eso, antes de comenzar a escribir, oré.
Le pedí permiso y guía a las diosas que encarnan la energía femenina sagrada: Sarasvatī, Lakṣmī, Durgā, Pārvatī… Les pedí que me permitieran ser un canal limpio. Que me ayudaran a encontrar palabras que no invadan, que no expliquen desde arriba, sino que acompañen desde el alma.

Este artículo no busca enseñarles nada.
Solo quiero ser un vocero de algo más grande.
Un traductor de lo que tal vez ellas —las Diosas, la Tierra, su propia voz interna— ya les han estado diciendo desde hace tiempo.
Les agradezco que estén aquí.
Y les pido permiso para hablar, sabiendo que este espacio les pertenece.
Ojalá lo que van a leer les sirva, aunque sea un poco.
Y si en alguna línea sienten que algo se acomoda dentro, entonces la intención ya se cumplió.
El amor que no llega: una herida visible, una causa invisible
Ella no entiende por qué.
Tiene luz, tiene fuerza, ha trabajado su interior, ha orado.
Quizá ha sanado traumas, ha cerrado ciclos, ha aprendido a estar sola…
pero el amor verdadero no llega.
Una amiga ya se casó. Otra rehízo su vida. Otra vive su historia.
Y ella sigue preguntándose:
¿qué me falta? ¿qué más tengo que aprender? ¿por qué el amor se retrasa solo en mi vida?
Esa pregunta —que tantas mujeres se hacen desde el alma— no tiene una sola respuesta.
Pero en la astrología védica (Jyotiṣa), hay un espejo que no juzga:
la carta natal.
Y ahí se revela algo que pocos saben leer con profundidad:
no es que estés mal, es que tu alma vino con un diseño diferente.
Una geometría más precisa.
Un plan más exigente.
Un llamado más alto.

En muchas cartas se ve este patrón claro:
Saturno (Śani) mirando el 7° Bhāva (casa de la pareja), por ejemplo en Tulā (Libra) o Meṣa (Aries), señalando un vínculo kármico que requiere tiempo y madurez.
Ketu en el 7°, especialmente en Mīna (Piscis) o Karkaṭa (Cáncer), mostrando una renuncia interior: la huella de un amor perdido o traicionado en otra vida.
Marte (Maṅgala) en casas sensibles como la 1, 4 o 7, generando Maṅgala Doṣa, una fuerza que vuelve a la mujer tan autosuficiente que nadie parece alcanzarla.
Pero todo eso no es castigo.
Es una preparación.
Es un karma que te protege de repetir historias vacías, de entregarte sin dharma, de formar pareja sin propósito.
Es como si el alma dijera:
“Esta vez no. Esta vez no me distraigo. Esta vez no me pierdo.”
Lo que para el mundo es “soltería”, para el alma es a veces tapasya: un fuego silencioso que refina el deseo y lo eleva.
No estás rota.
No estás sola.
No estás atrasada.
Estás en tránsito hacia algo más exacto, más alto, más verdadero.
Y cuando llegue —porque va a llegar—
no será un hombre solamente.
Será un reflejo de tu madurez, de tu dharma, de tu oración más antigua.
La carta que guarda el amor del alma
La mayoría cree que la carta natal —esa que muestra tu ascendente y los planetas— lo dice todo.
Pero en el Jyotiṣa, esa es apenas la superficie.
La verdad más profunda está más abajo, donde el alma guarda su diseño oculto.
Ahí está el Navāṃśa. El D9.
Una carta que no revela lo que deseas…
sino lo que puedes sostener sin traicionarte.
El Navāṃśa habla claro:
Qué tipo de vínculo puede contener tu verdad.
Qué pareja es espejo de tu dharma, no solo de tu emoción.
Qué tan alineada estás, en lo profundo, con eso que dices querer.
Porque no todo lo que anhelas es lo que tu alma puede recibir sin desviarse.
Y el alma lo sabe.
Por eso retrasa, posterga, desvía.
No por miedo, sino por precisión.

¿Qué es el Navāṃśa?
Navāṃśa significa “novena parte” del signo.
Cada rāśi (signo zodiacal) se divide en nueve fragmentos sutiles.
Cada fragmento revela una capa invisible del karma,
una promesa que no siempre se ve en la carta natal.
En esa carta divisional se ve:
La verdadera fuerza de los grahas: su impacto duradero.
El tipo de compañero que tu alma puede abrazar sin fragmentarse.
El fruto real del vínculo matrimonial, más allá del evento.
Por eso dicen los sabios:
“Si un planeta es fuerte en D1 pero débil en D9, su promesa será pasajera.
Pero si es fuerte en D9, el alma florece con su enseñanza.”
—
¿Por qué esto importa en el amor que no llega?
Porque hay mujeres cuyo Navāṃśa guarda un patrón sutil:
Venus parece bien en la carta natal… pero en D9 está herido.
El regente del 7° Bhāva está débil, o bajo presión de Śani.
O todo el D9 está atravesado por grahas kármicos: Rāhu, Ketu, Saturno.
Y entonces… el alma no se lanza.
Madura primero. Ama después.
Pero nadie te lo dijo.
Nadie te enseñó a honrar ese ritmo.
Te enseñaron a buscar, a no quedarte sola, a acelerar.
Pero si tu D9 susurra “espera”,
no es negación.
Es selección divina.
—
El Navāṃśa no castiga.
Te protege de relaciones que no podrían sostener tu verdad.
Y eso también es amor.
Saturno, Ketu y Marte: los guardianes kármicos del amor postergado
Muchas mujeres se preguntan por qué, a pesar de haber hecho un gran trabajo interno, el amor verdadero sigue sin manifestarse. La astrología védica ofrece una respuesta profunda: hay planetas que no impiden el amor, sino que lo custodian. Entre ellos, destacan tres: Saturno, Ketu y Marte.
Saturno: el que enseña a amar con madurez
Saturno es el planeta del tiempo, la responsabilidad y la verdad. Cuando influye en la casa del matrimonio (7° Bhāva), no está castigando: está preparando. Su energía puede generar relaciones tardías, pero sólidas, porque su propósito no es que vivas un amor rápido, sino un vínculo con raíces. Si Saturno actúa en tu carta, el amor llegará… pero solo cuando puedas sostenerlo con total compromiso.
Ketu: el que te desconecta para que te reconectes
Ketu representa el desapego y la sabiduría del alma acumulada en otras vidas. Su presencia en la casa de la pareja suele indicar historias de amor interrumpidas, traicionadas o incompletas en existencias pasadas. Por eso, en esta vida, el alma puede resistirse al amor “convencional”. Ketu te obliga a filtrar, a discernir, a no entregarte hasta que haya una resonancia profunda. No quiere que repitas un patrón: quiere que elijas con total conciencia.
Marte: el fuego que no cualquiera puede sostener
Cuando Marte se ubica en casas sensibles como la 1, 4 o 7, se activa lo que se conoce como Maṅgala Doṣa. Esto suele verse en mujeres muy fuertes, independientes y con una energía intensa. No es que estén “mal”, es que su fuego interior asusta a quienes no están preparados. Marte eleva el estándar. No permite un amor tibio. Solo acepta relaciones que igualen esa fuerza.

Entonces… ¿bloqueo o protección?
Lo que muchas viven como bloqueo afectivo puede ser, en realidad, una protección espiritual. Saturno pone pruebas para que no te precipites. Ketu corta ilusiones para que no te traiciones. Marte marca un territorio de fuego para que no te conformes.
Estos planetas no cierran la puerta al amor. Solo la sostienen… hasta que estés lista para abrirla con alguien que realmente honre lo que eres.
Upapada Lagna y los signos ocultos de una unión sagrada
Algunas mujeres sienten que el amor que desean no solo no llega… sino que parece inaccesible, como si estuviera oculto tras un velo que la razón no puede tocar. Y no es que no hayan trabajado en sí mismas: han sanado, han orado, han caminado solas. Pero sienten que aún hay algo más allá, una verdad más sutil que no logran nombrar.
Es allí donde entra el Upapada Lagna. No como una fórmula, no como un dato técnico, sino como una clave kármica que revela qué tipo de amor ha sido pactado antes de nacer. Un amor que no siempre se construye desde el deseo… sino desde el dharma.
El Upapada no es el amor que buscas.
Es el amor que puede sostenerte.
Ese que refleja no solo lo que quieres, sino lo que viniste a aprender, a encarnar, a entregar.

En él se revelan:
La forma en que tu alma se ofrece en una relación
La energía que das cuando te entregas verdaderamente
El tipo de pareja que puede resonar con tu verdad más profunda
Y, muchas veces, los miedos invisibles que impiden que el amor se manifieste aún
Una mujer con un Upapada tocado por Saturno puede sentirse invisibilizada, como si su vínculo ideal estuviera lejano o se le negara hasta que madure del todo.
Con Ketu, puede haber un deseo inconsciente de evadir, de mantenerse libre, incluso de sabotearse para no repetir lo que en otra vida dolió demasiado.
Con Venus herido, puede haber una herida femenina profunda: esa sensación de que por más que se dé… no es suficiente.
Pero todo eso no es castigo.
Es precisión.
Recuerdo una consulta con una mujer de 36 años. Tenía una mirada fuerte, pero en el fondo había algo quebrado. Me dijo:
“He hecho todo lo que se supone que debía hacer. Terapeuta, meditación, retiros… y aún así no llega alguien con quien compartir.”
En su carta, el Upapada estaba en Escorpio, con Ketu conjunto. Le dije:
“Tu alma ya vivió una relación muy intensa, muy comprometida… pero también muy desgastante. Y hoy, aunque deseas amar, hay una parte de ti que se protege. No es miedo. Es sabiduría del alma.”
Le propuse que dejara de “prepararse para recibir” y empezara a honrar su capacidad de esperar sin culpa. Le recomendé prácticas con agua, escritura y silencio, y que permitiera que su deseo fuera refinado, no suprimido.
Un mes después, me escribió. No porque hubiera aparecido alguien. Sino porque algo en ella había cambiado.
“No llegó un hombre. Pero llegó algo mejor. Llegó mi certeza. Ya no me siento incompleta. Siento que, cuando llegue, lo voy a reconocer sin dudar.”
Eso es lo que hace el Upapada: no anticipa eventos. Ilumina procesos. No responde cuándo llegará el amor… pero explica por qué todavía no. Y sobre todo, te devuelve la dignidad de tu propia espera.
No es que no puedas amar.
Es que ya no puedes amar de cualquier forma.
Daśā y tránsito: cuando el tiempo aún no ha dicho “ahora”
Hay mujeres que han hecho todo bien.
Han sanado sus heridas, han fortalecido su autonomía, han aprendido a estar solas con dignidad.
Y aún así… el amor no llega.
Ni siquiera un intento. Ni siquiera una señal.
Lo que muchas no saben es que en la astrología védica, no basta con estar lista por dentro.
Hace falta que el tiempo también esté maduro por fuera.
A eso, en Jyotiṣa, se le llama Daśā (दशा): el período planetario que rige tu destino en una etapa específica de tu vida. Cada alma atraviesa estos ciclos, uno por uno, como capítulos de un libro que ya fue escrito… pero que se va revelando línea por línea.
El Daśā adecuado para amar
No todos los Daśās permiten una relación profunda.
Algunos te llevan hacia adentro.
Otros te ponen a prueba.
Y solo unos pocos te abren el corazón con claridad para encontrarte con el otro desde la verdad.
¿Qué es un Daśā?
En términos simples, el Daśā es el período planetario que rige una etapa de tu vida.
No todos los planetas activan las mismas cosas:
algunos abren caminos hacia el amor, otros abren caminos hacia la soledad, la introspección o la sanación.
Y no es lo que tú eliges…
es lo que el alma eligió antes de nacer, para evolucionar de forma precisa.
El alma puede estar lista, pero el tiempo no.
No es lo mismo tener una carta con una casa 7 armónica, con Venus fortalecido y Júpiter bien ubicado… que vivir un Daśā regido por Saturno, Rāhu o Ketu.
Aunque las promesas natales existan, su manifestación depende del ritmo del karma activado por el tiempo.
Y eso no es castigo.
Es exactitud.
El tiempo védico no responde a tus fechas mentales.
Responde a ciclos que el alma eligió para abrir ciertas puertas solo cuando haya suficiente conciencia para atravesarlas con verdad.
Por ejemplo:
Un Daśā de Venus bien ubicado, o de Júpiter aspectando la casa 7, puede manifestar relaciones significativas, de evolución y dharma compartido.
Pero un Daśā de Saturno trae soledad, introspección, y vínculos que sólo funcionan si están basados en madurez.
Si el Daśā es de Ketu, muchas veces hay rupturas necesarias, desapegos, limpieza del deseo.
Y aquí es donde muchas mujeres se sienten perdidas:
“¿Debo esperar? ¿Debo buscar? ¿O debo hacer algo más?”
La respuesta no está en forzar el calendario.
Está en activar tu vibración en sincronía con el Daśā que vives.
El tiempo puede ser lento… pero tú puedes alinearte
En la tradición védica, no todo se deja al destino.
Existe una vía directa para alinear el alma con su momento: la sādhana.
Sādhana (साधन) es una práctica espiritual que no busca controlar… sino refinar.
Es la forma en que el alma habla el idioma del tiempo y se vuelve visible para el destino.
Cuando el amor se retrasa, no basta con esperar.
Tampoco con “pensar positivo”.
Se necesita entrar en una vibración más pura, más exacta, donde el Daśā pueda desbloquear su propósito.

¿Qué tipo de sādhana ayuda a abrir un ciclo de amor?
Según el planeta que rige el Daśā actual, hay acciones y prácticas específicas que pueden ayudarte a alinearte con su energía sin resistirla:
•Daśā de Saturno (Śani):
Disciplina, ayuno, silencio, caminar al amanecer, seva (servicio desinteresado).
Mantra recomendado:
Om Nīlajantusamābhāsam Raviputram Yamāgrajam Chāyāmārtāṇḍasambhūtam Tama Namāmi Śanaiścaram
(Saludo al lento Saturno, hijo del Sol, nacido de la Sombra, cuya luz es azul oscura y cuya enseñanza es la paciencia).
•Daśā de Ketu:
Meditación profunda, rituales de fuego, desapego físico y mental, renuncia consciente.
Mantra:
Om Ketave Namaḥ
•Daśā de Venus (Śukra):
Arte, belleza ritualizada, música devocional, conexión con el cuerpo desde el amor, no desde la carencia.
Mantra:
Om Śukrāya Namaḥ
(Invoco a Venus, portador del deseo sagrado y la unión con propósito).
•Daśā de Júpiter (Guru):
Estudio sagrado, canto védico, guía a otras mujeres, conectar con la sabiduría como forma de devoción.
Mantra:
Om Gurave Namaḥ
(Invoco a la maestra interior, la que guía desde la compasión, no desde el control).
Estas prácticas no “hacen que llegue alguien”.
Lo que hacen es convertirte en quien sí puede recibirlo cuando llegue.
Porque muchas veces el amor no está ausente…
sólo está esperando que tu alma esté vibrando a su altura.
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Una mujer en tiempo, es una mujer en poder
No estás atrasada.
No estás bloqueada.
Estás en Daśā.
Estás en proceso.
Y ese proceso, si lo abrazás con presencia y práctica,
no te hará esperar en vacío…
te va a preparar en verdad.
Qué hacer mientras el alma madura el vínculo
Una de las heridas más silenciosas es la de no saber qué hacer con el tiempo que pasa.
Cuando la espera se alarga, muchas de ustedes comienzan a dudar de sí mismas, como si cada día sin respuesta fuera una señal de que algo está roto o mal.
Pero hay una verdad que no siempre se dice:
la espera no es pausa, es preparación.
Y si el amor aún no llega, no es porque no esté en camino…
es porque todavía hay algo en ustedes que se está afinando para poder recibirlo con totalidad.

Ustedes que esperan, no están vacías: están sembrando
La espera solo duele cuando se siente estéril.
Pero cuando se transforma en práctica, en visión, en alquimia, deja de ser tiempo perdido… y se vuelve tiempo sagrado.
Hay muchas cosas que pueden hacer mientras el alma madura el vínculo:
Convertir su hogar en un templo:
No como decoración, sino como un espacio consagrado a su vibración. Encender una vela con intención, mantener el altar limpio, rodearse de belleza interior, escribir sus oraciones en papel.
Habitar su cuerpo con amor, no con exigencia:
No se trata de estar “listas para gustar”, sino de reconciliarse con su forma, su fuego, su ritmo. El alma no puede abrirse si el cuerpo se siente rechazado.
Aprender a caminar sin desesperación:
Quienes están en propósito no se detienen esperando. Siguen con su misión, con su llamado, con su visión. Porque saben que el amor no es destino: es consecuencia.
Decirle adiós al anhelo como carencia, y sí al anhelo como preparación:
No es lo mismo decir “¿cuándo llegará?” que decir “cuando llegue, voy a estar lista de verdad”.
Lo que atraen no es un cuerpo, es una frecuencia
Cuando entran en ansiedad, se contraen.
Cuando confían, se expanden.
Y el amor no llega a donde hay contracción, sino a donde hay espacio.
El vínculo que sus almas esperan no necesita que se conviertan en otras.
Necesita que se conviertan en quienes ya son, sin miedo.
Por eso, este tiempo no es un error.
Es la antesala de lo exacto.
Es el fuego lento donde el alma se cuece con precisión.
Mientras el alma madura el vínculo, ustedes no están esperando.
Están despertando.
Están recordando.
Y sobre todo, están eligiendo no conformarse con menos de lo que merecen.
El amor alineado: cómo será ese amor real
Muchas de ustedes ya no buscan intensidad…
buscan verdad.
No quieren más lecciones disfrazadas de amor.
Quieren un vínculo que sea extensión del camino, no interrupción del alma.
Y ese tipo de amor, cuando llega, no entra con ruido.
Llega como una respiración que por fin se siente natural.
Porque después de todo lo que han atravesado, no desean alguien que “encaje”,
desean alguien que resuene con la oración más antigua que su alma ha pronunciado.

No será como antes
El amor alineado no se parece al de las películas.
No les revolverá el estómago ni las hará dudar.
No vendrá a probar…
vendrá a permanecer.
Sabrán que es él —o ella— porque:
El cuerpo no se contraerá.
Se abrirá. Respirará más lento.
No habrá miedo. Solo presencia.
No sentirán necesidad de mostrarse distintas.
Podrán ser sin esfuerzo. Y ser, será suficiente.
Habrá propósito.
No será solo cariño, será camino.
No será solo compañía, será compromiso con lo real.
Como Sāvitrī, cuando el alma elige con claridad
Los antiguos contaban la historia de Sāvitrī, la mujer que eligió a su esposo con un amor tan puro y consciente, que ni la muerte misma pudo arrebatárselo.
Eligió a un hombre sabiendo que moriría pronto.
No se dejó llevar por el miedo ni por la lógica.
Eligió desde su dharma. Desde el alma.
Y cuando el dios de la muerte vino a llevárselo, ella no suplicó como víctima.
Lo siguió con dignidad. Con fuerza. Con sabiduría.
Con cada paso, con cada palabra, lo conquistó a él y a la muerte.
Y así, devolvió la vida al hombre que amaba…
no desde el deseo, sino desde el poder del amor alineado con la verdad.
Ese es el tipo de amor que muchas de ustedes están destinadas a vivir:
no un amor que pide,
sino un amor que sostiene incluso cuando todo tiembla.
No viene a salvarlas. Viene a acompañarlas en su dharma.
Porque quien llegue no vendrá a llenar el vacío,
vendrá a caminar con ustedes el tramo que sigue.
Sin resistencia. Sin huida.
Sin máscaras ni condiciones.
Y ustedes no tendrán que preguntarse si es real.
Lo sabrán.
Como quien reconoce un lugar que ya soñó.
El amor real no entra para cambiarlo todo.
Entra cuando ustedes ya han cambiado lo suficiente como para recibirlo sin miedo.
La historia de Sāvitrī: el amor que no negocia su verdad
Entre los relatos más poderosos de los antiguos textos védicos, hay uno que muchas de ustedes deberían conocer. No porque sea una historia romántica, sino porque encierra una enseñanza eterna sobre el amor verdadero, la elección consciente y el poder de una mujer que no negocia con su alma.
Sāvitrī era una princesa. Hermosa, culta, devota. Los sabios y príncipes más importantes de su época la querían como esposa. Pero ella, una a una, rechazó todas las propuestas. No por arrogancia, sino porque ninguna vibraba con la verdad que su alma sentía. Sabía que no podía comprometer su camino por presión externa. No buscaba a alguien que simplemente estuviera dispuesto: buscaba a alguien con quien el alma pudiera caminar.

Ante su firmeza, su padre —el rey— le dijo: “Entonces ve tú y encuentra a quien merezca tu elección.” Y así lo hizo. Viajó por diferentes reinos, conoció a muchos hombres, pero no fue hasta que llegó a un bosque remoto que lo encontró: un joven llamado Satyavān. No era rey ni hijo de un rey en ese momento. Era un hombre sencillo, de alma noble y manos trabajadas. Ella lo reconoció al instante. Era él.
Al regresar, los sabios le advirtieron que ese hombre, aunque digno, estaba marcado por el destino: moriría en un año. Sāvitrī no se quebró. No dudó. No pensó en retroceder. Lo eligió igual. Porque su elección no era capricho emocional. Era dharma. Sabía lo que estaba haciendo.
Se casó con él. Vivieron en el bosque, en humildad, sirviendo juntos a la familia de él. Con el tiempo, ella descubrió que Satyavān no solo era noble en espíritu, sino también por nacimiento: era un príncipe exiliado, apartado de su reino por circunstancias externas. Sāvitrī nunca se interesó por lo que él había perdido. Ella lo eligió por lo que era sin nada.
Y llegó el día temido. Satyavān murió. Cayó en sus brazos, y su alma fue tomada por Yamā, el dios de la muerte. Pero Sāvitrī no se derrumbó. Lo siguió. Paso a paso, diálogo tras diálogo, lo enfrentó con la fuerza de su palabra y la claridad de su alma. No suplicó. No manipuló. Argumentó con sabiduría, defendió su verdad, y caminó con dignidad.
Finalmente, Yamā reconoció su fuerza. Le devolvió la vida a Satyavān, no como favor, sino como respuesta justa a la integridad de su amor.
Sāvitrī no se conformó con lo que era fácil. No aceptó lo que no resonaba. Y cuando eligió, lo sostuvo incluso frente a la muerte. Esa es la enseñanza.
Muchas de ustedes tienen una fuerza parecida dentro. No están aquí para aceptar lo que simplemente llega. Están aquí para reconocer lo que es verdadero, y sostenerlo con conciencia, fe y palabra.
Visión futura: señales de que el amor se acerca
Una vez que han recorrido un proceso profundo de limpieza, espera, y maduración interna, muchas de ustedes empiezan a notar que algo ha cambiado. No es necesariamente externo. A veces, no hay una nueva persona ni una señal evidente. Pero sí hay un movimiento interno que se siente distinto. Más ligero. Más claro. Como si el alma supiera, antes que la mente, que el amor se está acercando.
Estas señales no siempre son espectaculares. No vienen con música de fondo ni con certezas absolutas. Son sutiles, pero reales. Y muchas de ustedes ya las están experimentando, aunque tal vez no se hayan dado cuenta.

Por ejemplo, comienzan a cerrar vínculos pasados con paz, no con dolor. Dejan de revisar lo que fue, no porque lo nieguen, sino porque ya no duele. También notan que algunas heridas emocionales que antes se activaban con facilidad ya no tienen el mismo poder. El cuerpo se relaja, la mente deja de hacer preguntas que antes eran urgentes. Lo que antes se vivía como vacío, ahora se empieza a sentir como espacio.
Otro signo importante es la aparición de nuevas oportunidades en diferentes áreas: en lo profesional, en amistades, en proyectos creativos. Aunque no parezca tener relación directa con el amor, todo eso refleja una activación del campo energético. Es una forma en que la vida les dice: estás lista para recibir, no solo para esperar.
La ansiedad también comienza a disminuir. Muchas de ustedes notan que ya no hay prisa. Siguen deseando compartir la vida con alguien, pero ya no desde la urgencia. La expectativa se transforma en confianza. Y en ese punto, el corazón ya no pide prueba: simplemente sabe.
Por último, empiezan a sentir que tienen algo real para ofrecer. Ya no están enfocadas solamente en lo que desean recibir. Empiezan a preguntarse qué tipo de vínculo pueden construir, qué tipo de presencia pueden ser en la vida de alguien más, y desde qué parte de su alma quieren amar.
Estas no son señales superficiales. Son señales profundas de que el proceso está haciendo su trabajo. El alma ya limpió lo que tenía que soltar, y ahora se abre con más verdad, menos miedo y más conciencia.
Upāyas védicos: abrir el campo del amor con acciones conscientes
Muchas de ustedes han hecho un proceso profundo: han sanado heridas, han dejado atrás vínculos que no las honraban, han aprendido a estar consigo mismas. Y sin embargo, el amor verdadero sigue sin manifestarse.
En el Jyotiṣa, esa espera no siempre significa que “algo esté mal”. A veces, simplemente indica que el campo astral aún necesita ser afinado. Es ahí donde entran los Upāyas: prácticas espirituales que ayudan a armonizar la energía cuando el vínculo afectivo está bloqueado, detenido o ausente.
Un Upāya no es un truco. No obliga a que llegue alguien. Tampoco reemplaza el trabajo emocional. Pero sí puede ayudar a refinar la vibración con la que están llamando al amor, para que este no llegue desde la ansiedad… sino desde la verdad.

¿Por qué hacer un Upāya si ya trabajaron tanto en ustedes?
Porque a veces el alma está lista, pero el entorno no lo sabe.
Porque hay restos de vínculos pasados aún presentes en el campo.
O porque el karma necesita un gesto simbólico que abra la puerta desde otro plano.
En esos casos, pequeñas acciones repetidas con conciencia pueden tener un efecto profundo. No porque cambien el destino, sino porque afinan la energía con la que lo reciben.
Algunos actos simples pero poderosos
Encender una lámpara de ghee los viernes al atardecer, en silencio, con una oración sincera: “Que llegue lo que refleje mi verdad.”
Esto activa a Venus, pero también activa su disposición interna sin ansiedad.
Recitar un solo mantra con intención durante 21 días.
Puede ser el mantra de Venus o uno que represente para ustedes una frecuencia de unión sagrada. La constancia genera campo.
Regalar algo simbólicamente bello a otra mujer.
Cuando hacen una ofrenda desde la abundancia, incluso si no tienen todo lo que desean, envían al universo una señal de que ya no están en carencia.
Escribir una carta sin fecha ni destinatario.
No para “atraer” a alguien, sino para afirmar cómo desean amar. Luego, esa carta se puede dejar en el altar, junto a una flor o una vela encendida.
El Upāya no es el centro del camino, pero sí puede ser la llave que abre la puerta que ustedes ya están listas para cruzar.
No se hace por desesperación, sino por presencia.
No busca controlar el amor… busca recibirlo sin miedo.
Cuando él no está listo (y tú sí): aprender a soltar sin traicionarte
Hay momentos en los que la vida pone frente a ustedes una conexión que, en apariencia, tiene todo lo necesario para convertirse en algo real. La conversación fluye, la energía es mutua, el deseo de compartir parece recíproco. Pero al poco tiempo, empiezan a notar que hay algo que no termina de avanzar. Él no toma decisiones. Él duda. Él no se define.
Y ustedes sí. Ese desequilibrio, aunque no sea cruel ni evidente, duele. Porque llega después de un camino de crecimiento personal, de terapia, de rituales, de soledad con propósito. No se trata de cualquier vínculo: se trata de uno que parecía encajar con el amor que han estado esperando. Por eso la frustración no es solo emocional, es espiritual. Es como si el alma dijera: “¿Otra vez no?”
Pero no. Esta vez no es igual.

Porque esta vez, ustedes ya no están dispuestas a quedarse donde no hay presencia completa.
No quieren migajas de claridad. No quieren gestos a medias. No quieren ser la parte que empuja mientras la otra se esconde detrás de su indecisión.
¿Qué significa que él no esté listo?
Significa que todavía no puede sostener el tipo de relación que ustedes sí pueden habitar. Puede ser por miedo, por procesos sin resolver, por falta de compromiso real o por inmadurez emocional. No necesariamente es una mala persona, ni está jugando. Simplemente, no está a la altura de lo que ustedes ya están listas para ofrecer.
Eso no lo hace culpable.
Pero tampoco lo convierte en una opción viable.
Y ustedes no están aquí para justificar ausencias, ni para convertirse en maestras emocionales de alguien que no pidió ser guiado. Están aquí para compartir un camino, no para empujar a alguien a caminarlo con ustedes.
Lo que se activa cuando se quedan esperando
Esperar a alguien que no está listo puede convertirse, sin darse cuenta, en una forma de autoabandono. Comienzan a posponer decisiones importantes, bajan sus estándares, dudan de su intuición. Empiezan a preguntarse si están pidiendo demasiado, si deberían ser más pacientes, si quizás están actuando desde el orgullo.
Pero la verdad es otra: no se trata de orgullo, se trata de protección interior.
Cuando ustedes ya se han preparado para un amor consciente, quedarse donde no hay claridad termina siendo una traición silenciosa a todo el camino que han recorrido.
Cómo soltar con madurez y sin cerrar el corazón
Soltar no es desaparecer.
No es ignorar ni actuar como si nada importara.
Soltar es reconocer que ustedes sí están listas, y que esa preparación merece un espejo que no tiemble al mirarlas de frente.
Pueden hablar con honestidad, cerrar con respeto, agradecer lo vivido sin hacer del vínculo una deuda emocional. Y sobre todo, pueden hacerlo sin cerrarse al amor. Porque soltar no es rendirse. Es decirle al universo, con acciones y no solo con palabras: “Ya aprendí a quedarme donde me ven entera, no donde me quieren a medias.”
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El alma sabe cuándo alguien no puede quedarse.
Y muchas de ustedes ya están listas para no sostener lo que no se sostiene solo.
Ahora el reto no es esperar al otro.
Es no abandonarse en el intento.
Astrología védica y relaciones: qué se puede ver y qué no se debe forzar
La carta natal puede revelar mucho. Y quienes han entrado en contacto con la astrología védica lo saben: ahí están los vínculos kármicos, los tiempos del alma, los bloqueos invisibles, los planetas que enseñan a través del amor… o de su ausencia.
Pero la carta no es oráculo.
Es espejo.
Y si ustedes no saben cómo mirar, pueden terminar usándola para alimentar la ansiedad en lugar de expandir la conciencia.
Muchas de ustedes llegan a una consulta esperando que el astrólogo les diga cuándo llegará alguien. Y sí, a veces se puede ver un período fértil, un tránsito favorable, una promesa activada. Pero si esa información no se acompaña de madurez emocional, se transforma en dependencia.
Por eso, en Jyotiṣa no se trata solo de predecir. Se trata de entender en qué nivel de conciencia están ustedes para poder recibir lo que la carta señala.
¿Qué se puede ver con claridad en una carta?
Si hay promesas afectivas fuertes o retrasadas.
Si existen bloqueos kármicos que deben ser trabajados antes de formar pareja.
Qué tipo de vínculo sostiene el alma y cuál tiende a repetir patrones inconscientes.
Cuándo se activan ciclos donde el amor puede manifestarse con más facilidad.
Todo eso se puede ver.
Pero nada de eso garantiza que una relación aparezca…
si la persona no está vibrando en sintonía con lo que la carta propone.

La mirada que no siempre se reconoce: el Drishti
En Jyotiṣa, los planetas no solo ocupan casas: también miran. Eso se llama Drishti. Un planeta puede estar “mirando” la casa 7 (pareja), el Upapada (proyección del vínculo), o incluso a Venus. Esa mirada significa que el amor puede estar rondando su campo… pero ustedes no siempre lo ven.
¿Por qué?
Porque a veces el alma no está alineada para sostener lo que está siendo activado. El amor puede llegar, pero si ustedes siguen atadas al pasado, desconectadas del cuerpo, o atrapadas en una versión de sí mismas que ya no existe, esa mirada se pierde. No porque no esté… sino porque no se reconoce.
Así como alguien puede estar frente a ustedes y aún así no ser visto,
también una promesa puede estar activa…
pero no ser encarnada.
Lo que la astrología védica no puede hacer por ustedes
No puede garantizar cuándo llegará el amor si ustedes no están disponibles emocionalmente.
No puede forzar un vínculo que no tiene dharma.
No puede protegerlas de relaciones que ustedes eligen desde la herida, aunque la carta las advierta.
Y no puede sustituir la intuición que nace del silencio interior.
Usen su carta como una guía, no como una sentencia.
Úsenla para entender su proceso, no para predecir fechas como quien espera que alguien más resuelva el camino.
La astrología védica es profunda, milenaria, sagrada.
Pero no reemplaza la voz de su alma.
Solo la amplifica… cuando están listas para escucharla.
El retorno de Venus: señales de que tu energía afectiva ha renacido
Después de atravesar momentos de ruptura, decepción o simplemente largos periodos de soledad, muchas de ustedes sienten que su energía afectiva se ha enfriado. No porque no quieran amar, sino porque ya no tienen fuerza para volver a empezar desde el mismo lugar. El deseo se cierra, no por falta de anhelo, sino por protección.
Pero el alma tiene sus ciclos. Y así como hay una etapa de duelo y recogimiento, también hay un momento en el que algo comienza a despertar. De manera sutil, sin grandes señales, la energía de Venus —la parte interna que desea amar, tocar, crear y compartir— empieza a moverse otra vez.

Este renacimiento no siempre viene con una nueva persona. A veces ocurre sin que nadie más lo note. Se manifiesta en decisiones pequeñas, en cambios de actitud, en un ritmo distinto del cuerpo y del corazón.
Por ejemplo, comienzan a recuperar interés por cosas que habían dejado de lado. Vuelven a arreglar su espacio, a disfrutar de una prenda, una fragancia, una canción. Se sienten cómodas consigo mismas sin buscar aprobación, y eso ya es un cambio profundo. También notan que la idea de estar en una relación ya no genera ansiedad, sino una apertura tranquila.
Otra señal clara es que su cuerpo deja de sentirse adormecido. No necesariamente desde lo sexual, sino desde el placer en general. Comer con más presencia, caminar con intención, moverse con fluidez. Todo eso indica que la energía afectiva vuelve a fluir. No desde la carencia, sino desde la reconexión.
Este retorno, simbólicamente asociado a Venus, no significa que el amor llegue de inmediato. Pero sí es un signo de que ustedes ya están nuevamente disponibles para sentir, sin miedo a romperse. Es un paso interno que prepara el terreno para vínculos nuevos, con otra frecuencia, otra profundidad y otra forma de entregarse.
Cuando esta energía se activa, no hace falta salir a buscar. Basta con mantenerse presentes, auténticas, y atentas a cómo desean vincularse ahora, desde este lugar más consciente y sereno.
Si vuelve, ¿es amor o es hábito?: leer los retornos con conciencia
Una de las situaciones más confusas para muchas de ustedes ocurre cuando alguien del pasado reaparece. Después de meses o incluso años sin contacto, vuelve ese mensaje, ese “hola, ¿cómo estás?”, esa sensación de que algo no terminó del todo.
Y en ese instante, vuelve también la pregunta: ¿Será que esta vez sí?
El regreso de una persona con la que compartieron algo importante puede remover emociones profundas. Puede despertar ilusión, nostalgia, o simplemente desestabilizar lo que ya parecía estar en paz. No es raro que esto ocurra en ciclos astrológicos que reactivan vínculos kármicos, especialmente cuando hay tránsitos sobre la casa 7, el regente del Upapada Lagna o sobre Venus.

Pero el retorno no siempre significa que hay algo por retomar.
A veces, el retorno es una oportunidad para cerrar lo que no se cerró del todo.
Y lo que parece amor, es simplemente un hábito que no se terminó de soltar.
Cómo reconocer si el regreso tiene sentido real
La clave está en observar desde el presente, no desde la historia que ya conocen.
Pregúntense:
•¿Esta persona vuelve desde una energía distinta o repite los mismos patrones?
•¿Sus acciones están alineadas con lo que hoy necesitan o con lo que ustedes toleraban antes?
•¿Se sienten más claras o más confundidas desde que volvió?
•¿Están retrocediendo para ajustar algo, o están avanzando para sanar desde otro lugar?
Si el regreso les devuelve ansiedad, duda o desorden emocional, es muy probable que no se trate de amor, sino de memoria afectiva.
Y si sienten que deben esforzarse otra vez para ser vistas, escuchadas o elegidas, entonces el aprendizaje aún no fue integrado.
No todos los retornos son señales. En astrología védica, no todo lo que vuelve está destinado a quedarse. Algunos tránsitos activan escenarios pasados para que puedan verlos con nuevos ojos y decir, por fin, “esto ya no me corresponde”. El retorno puede ser parte del proceso, no de la historia que continúa.
Cuando alguien regresa, es natural emocionarse. Pero si ustedes ya han recorrido un camino de conciencia, merecen mirarlo con una pregunta más honesta: ¿vuelve porque hay amor pendiente o porque yo no he terminado de cerrar?
La respuesta no está en lo que él dice.
Está en cómo se sienten ustedes cuando vuelve.
Y en si esa versión de ustedes —la de hoy— está dispuesta a volver a empezar por amor… o a seguir adelante por respeto propio.
No estás esperando un amor, estás encarnando el tuyo
Después de todo lo que han vivido, muchas de ustedes ya no están esperando. Están caminando. Están creciendo. Están eligiéndose. Y aunque el vínculo que anhelan aún no se haya manifestado, saben que algo en ustedes ya cambió.
Porque ahora el amor no se espera desde la carencia. Se encarna desde la conciencia.
Ya no se trata de cuándo llegará alguien, sino de cómo se están tratando mientras tanto. Cómo se hablan, cómo se cuidan, cómo se sostienen. Porque cuando eso está en orden, lo externo deja de ser una urgencia y empieza a ser una extensión natural del camino.
No es que ya no quieran compartir la vida. Es que ya no están dispuestas a negociar su paz para hacerlo. Y esa es la diferencia entre esperar pasivamente… y habitar su verdad con dignidad.

Lo que viene después de este proceso no es una relación cualquiera. Es una relación que refleja la madurez que han cultivado. Una unión que no pide que se achiquen, que no se alimenta de promesas rotas ni exige máscaras para sostenerse. Cuando llegue, será una consecuencia, no un premio. Porque ustedes ya no están buscando salvarse en el amor.
Están listas para compartirlo sin perderse.
Por eso, este no es un cierre. Es un inicio.
Una nueva etapa donde no están esperando que alguien las elija.
Están eligiendo amar de otra manera, desde otro lugar, con otra energía.
Antes de cerrar este recorrido, quiero ofrecer mi gratitud profunda.
Gracias a la Diosa, en todas sus formas: Sarasvatī, Durga, Lakṣmī…
Gracias por enseñarnos que el amor no es solo entrega, también es discernimiento.
Gracias por recordarnos que toda espera tiene propósito, y todo deseo tiene raíz sagrada.
Gracias a la Madre Tierra, que sostiene nuestros ciclos, nuestros silencios, nuestras búsquedas.
En su pulso lento y firme aprendemos que nada florece fuera de tiempo.
Gracias a mi madre, por ser la primera forma de amor, y a las mujeres que me han rodeado con su verdad: amigas, guías, alumnas, desconocidas que han compartido sus historias.
Este blog nació porque las he escuchado.
Y porque a través de ustedes, entendí que escribir no es enseñar: es acompañar.
Gracias por ser reflejo, espejo y camino.
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Si este artículo resonó contigo, me encantaría que me dejes un comentario abajo.
Quiero saber si te gustaría que escriba una segunda parte o explorar otros caminos del alma en el amor.
Tu palabra también forma parte de este proceso.
Gracias por haber llegado hasta aquí.
Gracias por sostener tu camino con verdad.
Querido Nanda, gracias de corazón por compartir artículos de tanto valor. Aprecio profundamente tu generosidad y sabiduría. ¡Es un honor aprender de ti!
Que hermoso 🥹 muchas gracias 🙏
Y porfavor, segunda parte …. No es lo mismo sentirlo aprenderlo que transitar esta bella historia de amor con Krishna y nuestra alma.
Wow Nanda me quedo con una infinita gratitud por este espacio sagrado. Gracias gracias gracias 🙏🏼 los tiempos de Krishna son perfectos.
Si me gustaría una segunda parte porfavor .