Luna llena en Escorpio: todo lo que debes saber
- Nanda Fonseca
- 10 jun
- 18 Min. de lectura

Cada luna llena porta un mensaje, pero no todas se muestran cuando el mundo espera verlas. La del 11 de junio de 2025 alcanza su máxima plenitud astronómica en un horario que, para muchos lugares del mundo, ocurre mientras el cielo aún duerme. En México y Colombia, por ejemplo, la luna llena se perfecciona a las 2:44 de la madrugada del mismo 11 de junio; en Chile, a las 3:44; en España, a las 9:44 de la mañana; y en India, a la 1:14 de la tarde. No obstante, esa plenitud comienza a desvanecerse desde el momento mismo en que se manifiesta. Para quienes viven en América, la luna ya estará llena al anochecer del 10 de junio, y ese será el momento propicio para contemplarla, honrarla y trabajar con su energía.
Aunque el calendario civil marque el día 11 como la fecha del plenilunio, la astrología védica considera también los ritmos invisibles que la percepción ordinaria no registra. En el lenguaje sagrado del Jyotish, el plenilunio ocurre durante la fase conocida como Purnima Tithi, que este mes comienza el 10 de junio a las 11:35 de la mañana (hora de India) y concluye el 11 de junio a la 1:13 de la tarde. Es dentro de esa ventana temporal donde la energía lunar alcanza su mayor profundidad y sensibilidad. Por eso, el día 10 cuando la luna ya está llena visualmente y el Tithi aún sostiene su vibración es considerado el verdadero umbral para las prácticas espirituales.
Muchos se confunden al esperar al 11 para realizar sus rituales, pero para entonces, en la mayoría de regiones, la luna ha comenzado ya su camino de descenso, entrando en la fase de Pratipad. Desde la mirada del alma, no es solo la imagen de la luna lo que cuenta, sino el pulso energético que la habita. Y ese pulso, esa vibración sagrada, se ofrece con mayor potencia la noche del 10, cuando el corazón está receptivo y el cielo aún guarda silencio.

Entre la fase lunar y el signo: el tiempo sagrado de la Luna
En la astrología védica, el tiempo no se mide solo por los relojes, sino por la danza de los astros que guía el alma hacia momentos de profunda conexión. La Luna llena de junio de 2025 se alinea con la fase lunar conocida como Purnima Tithi (plenitud o Luna llena), un periodo sagrado que invita a la introspección y la entrega espiritual. Esta fase, que marca la culminación del ciclo lunar, comienza el 10 de junio y se extiende hasta el día siguiente, creando una ventana de tiempo donde la luz de la Luna refleja la completitud del ser. Para quienes en Latinoamérica y España contemplan el cielo nocturno, la noche del 10 de junio es el momento más poderoso para honrar esta energía, cuando la Luna, radiante y plena, ilumina no solo el firmamento, sino también los anhelos más profundos del corazón.
Purnima (plenitud o Luna llena) trasciende el evento celeste; es un estado de consciencia que nos llama a unir lo externo con lo interno. Cada Tithi (fase lunar) en la tradición védica lleva una vibración única, y Purnima (plenitud o Luna llena), como la décima quinta fase, simboliza el punto más alto de la danza entre la Luna y el Sol. Este momento nos invita a recordar el Dharma (deber cósmico), la responsabilidad de alinear nuestras acciones con el propósito del alma. En ciudades como Ciudad de México, Bogotá o Madrid, la noche del 10 de junio ofrece un espacio sagrado para la devoción. Ya sea a través de una meditación silenciosa, una oración íntima o un acto de gratitud, este tiempo permite aquietar la mente y conectar con la corriente de purificación que la Luna llena trae consigo, como un río que guía al alma hacia su origen. Es importante aclarar estos tiempos y su significado, pues en la astrología moderna abunda la desinformación, y muchos astrólogos confunden las fechas y fases exactas, llevando a prácticas que no se alinean con la verdadera energía de Purnima (Luna llena). Esta precisión no solo honra la tradición, sino que permite a todos conectar con la profundidad espiritual de este momento.

Luna llena en Escorpio: la oscuridad como matriz de renacimiento
En la astrología védica, el tránsito de la Luna llena de junio de 2025 por Vrishika Rasí (Escorpio) marca un momento de profunda transformación, regido por la precisión de los ciclos cósmicos. Vrishika (Escorpio), un signo femenino de agua bajo la regencia de Mangala (Marte), se distingue por su capacidad para revelar las capas ocultas de la psique y facilitar la regeneración kármica. Este signo, ubicado en el octavo segmento del zodíaco, está asociado con los procesos de destrucción y renacimiento, donde las estructuras obsoletas se disuelven para dar paso a una nueva consciencia. La Luna llena, que alcanza su plenitud en la noche del 10 de junio para los observadores en ciudades de Latino America, amplifica esta energía, proyectando su luz sobre los aspectos más profundos del ser, aquellos que raramente se exponen a la mirada consciente.
Desde la perspectiva técnica de la astrología védica, escorpio es un signo fijo, lo que implica estabilidad pero también intensidad en sus procesos internos. Maṅgala (Marte), su regente, aporta una fuerza dinámica que impulsa la confrontación con los apegos y los miedos, pero también protege el camino hacia la purificación. La Luna, como significadora de la mente y las emociones, se encuentra en un estado de máxima receptividad durante Purnima (plenitud o Luna llena), lo que hace que su paso por Vrishika (Escorpio) sea un momento idóneo para trabajar en la liberación de cargas kármicas. En la tradición, este signo se vincula con los misterios del inconsciente y con el potencial de transformar el veneno del ego en el néctar de la sabiduría, un proceso que los textos clásicos asocian con la alquimia espiritual.
Aunque la energía de Escorpio puede sentirse intensa, su propósito no es destruir por destruir, sino purificar. En algunas corrientes tántricas, esta Luna llena se relaciona con Maha kali (la gran destructora del ego) o Durga (la madre protectora), cuya presencia simbólica refuerza la idea de que la confrontación con las sombras lleva a la liberación. La proximidad de esta Luna con Ganga Dussehra, un festival que celebra la purificación a través de las aguas sagradas, resuena con esta energía, recordándonos que el acto de soltar es un retorno al flujo natural del Dharma (deber cósmico). Para los lectores en Latinoamérica y Europa, la noche del 10 de junio es un momento para meditar sobre lo que necesita ser transformado, utilizando la luz de la Luna como guía para alinear la mente con el propósito superior del alma.

Luna llena en la constelación de Jyestha: la conquista interior y el alma olvidada
Esta Luna llena de junio se posiciona en el Nakshatra de Jyestha (la mayor), una mansión lunar situada en el corazón de Escorpio, que abarca los grados 16°40’ a 30°00’ del signo. Jyestha, regida por Indra, el rey de los Devas, es una estrella de profunda significación, asociado con el liderazgo, el dominio de los sentidos y la conquista del ego. Su símbolo, el paraguas, denota autoridad espiritual y protección, mientras que su Shakti (poder) es el de elevarse a través de la autodisciplina y la introspección. Para los observadores en ciudades de America y Europa, la noche del 10 de junio, cuando la Luna transita por Jyestha durante la luna llena, ofrece una oportunidad precisa para alinear la mente con los principios del Dharma (deber cósmico) y trabajar en la purificación de las tendencias egoicas.
Desde un punto de vista técnico, esta estrella se encuentra en el tercer pada (segmento) de Escorpio, lo que intensifica su conexión con la transformación profunda y la introspección.
La regencia de Indra imbuye a Jyestha con una energía de autoridad, pero también con la responsabilidad de proteger y guiar. Los textos clásicos, como el Brihat Parāśara Horā Śāstra, describen a Jyeshta como un Nakshatra que otorga fuerza para superar adversidades, pero también advierten sobre su potencial para generar orgullo o aislamiento si la autoridad no se ejerce con humildad. La Luna, como significadora de la mente (Manas), se ve desafiada en Jyeshta a confrontar las inseguridades internas, los deseos de control y las memorias de exclusión, canalizando estas energías hacia un propósito superior. Este Nakshatra, al estar en Escorpio, amplifica la necesidad de enfrentar las sombras psicológicas, transformándolas a través de la disciplina espiritual.
La narrativa puranica (textos religiosos védicos que narran historias) de Jyeshta, que exploraremos más adelante, subraya su conexión con la exclusión y la dignidad herida, pero desde una perspectiva técnica, este Nakshatra invita a un análisis profundo de las dinámicas internas. La influencia de Marte, regente de Escorpio, y la guía de Indra en Jyeshta crean un entorno donde la mente puede alcanzar claridad al superar los impulsos sensoriales. Para los practicantes en America y Europa, esta Luna llena es un momento para reflexionar sobre el liderazgo interior, no como dominio sobre otros, sino como la capacidad de guiar el propio ser hacia la verdad. La energía de Jyeshta durante Purnima (plenitud o Luna llena) es un llamado a la conquista silenciosa del ego, donde la luz de la Luna ilumina el camino hacia la reintegración del alma olvidada.

Deidad de la luna llena: Indra, el protector contradictorio
En la astrología védica, cada Nakshatra tiene una deidad que le da un sentido único, como una brújula para entender su energía. Indra es una figura poderosa en los textos védicos, como el Rigveda, donde aparece como el dios del cielo, el trueno y la lluvia. Es el líder de los Devas (seres divinos), un guerrero que protege el orden cósmico, pero también un personaje complejo, con fortalezas y debilidades que lo hacen muy humano. Para quienes observan la Luna llena esta noche Indra ofrece una lección clara: el verdadero poder nace de enfrentar nuestras contradicciones internas.
Indra, como regente de Jyestha, representa la autoridad y la responsabilidad de proteger a quienes dependen de nosotros. En los textos clásicos, como el Bṛhat Parāśara Horā Śāstra, se le describe como un dios valiente que derrota a los Asuras (fuerzas demoníacas), pero también como alguien que lucha con su propio ego, celos y momentos de duda. Esta dualidad es clave durante esta Luna llena, porque la Luna, que simboliza la mente (Manas), se encuentra en un momento de máxima sensibilidad. Estar en Escorpio, regido por Mangala (Marte), intensifica esta energía, ya que Marte aporta un impulso para transformar lo que nos limita. Indra nos invita a preguntarnos: ¿cómo usamos nuestro poder personal? ¿Lo ejercemos con arrogancia o con el deseo de cuidar y guiar?
Para quienes se inician en la astrología védica, Indra es un recordatorio práctico de que ser líder no significa controlar a los demás, sino dominar los propios impulsos. En la tradición védica, el Dharma (deber cósmico) nos pide actuar con responsabilidad, como un protector que pone el bienestar colectivo por encima de sus deseos. Durante esta Luna llena, Indra nos enseña a mirar nuestras inseguridades y a transformarlas en fuerza, no para presumir, sino para servir. La noche del 10 de junio es un momento ideal para reflexionar sobre cómo nuestras acciones pueden reflejar este equilibrio, alineando la mente con un propósito mayor.

Mantra para la luna llena: invocación al control de los sentidos
Esta luna llena no es una luna de celebración externa. No es para poner flores en el altar y sentirse bien. Esta luna es para trabajar por dentro. Para ir donde cuesta. Para sostener lo que ya no se puede controlar desde la mente. Por eso, el mantra que se canta en esta noche no es para embellecer el ambiente, sino para ayudarte a atravesar el fuego que se abre adentro cuando el alma toca algo que ya no puede sostener.
Aunque el nakshatra Jyestha está regido por Indra, este no es un momento para invocar a una figura externa de poder masculino. No es tiempo de conquista, sino de limpieza, de contención, de saber dónde parar. Lo que se necesita aquí es la energía de una madre que no consiente, pero tampoco abandona. Una madre que corta cuando hay que cortar. Y protege cuando toca caer.
En algunas corrientes devocionales, esta luna se relaciona con Durgā, la madre que guía, y con Mahākālī, la que destruye el ego cuando el alma ya no puede seguir fingiendo. No se trata de figuras mitológicas. Se trata de energías internas que se despiertan cuando la oscuridad emocional ya no se puede evitar. Durgā no te lleva a lo lindo. Te lleva a lo real. Y por eso, este mantra es para ella.
ॐ दुं दुर्गायै नमः
Om Duṁ Durgāyai Namaḥ
“Me inclino ante Durga, la que corta las ilusiones, protege desde la verdad y guía a través del fuego.”
Este mantra tiene fuerza, pero esa fuerza no es ruido. Es claridad. Se canta cuando el corazón no puede más con el desorden, con la confusión, con las dudas que repiten lo mismo una y otra vez. Es un mantra para volver a lo esencial: ¿qué tengo que soltar? ¿qué ya no es verdadero? ¿dónde está la madre que me sostiene aunque no entienda nada?
No es un mantra tántrico cerrado. Es un mantra devocional. Se puede recitar en voz baja, mentalmente, o como un susurro. Lo importante es estar presente. La mejor noche para entonarlo es la del 10 de junio, cuando la luna ya está llena a la vista y el Pūrṇimā Tithi sigue activo. Ese es el momento en que el corazón está más abierto y la mente más dispuesta a rendirse.
No es necesario tener japamālā, ni contar repeticiones, pero si se desea, pueden hacerse 27, 54 o 108 veces. Siempre con respeto. Siempre con honestidad. Y sobre todo, con humildad. Porque Durgā no aparece cuando uno se cree listo. Aparece cuando uno se deja guiar.
Este mantra no cambia las cosas afuera. Cambia cómo te paras frente a lo que duele. Te da espacio interior. Te baja el ruido. Te recuerda que no estás solo en medio de ese laberinto mental. Y cuando eso se siente, la luna ya no queda allá arriba. Se vuelve un espejo del alma que quiere despertar.

Mudra para la luna llena: el gesto del resguardo interior
Hay veces en que el alma no necesita avanzar. Necesita sostenerse. No entender. Solo quedarse. Esta luna llena no es para empujar procesos ni buscar revelaciones. Es para acompañar lo que se está moviendo por dentro sin invadirlo. Por eso, el gesto que la acompaña no es un mudra de poder, ni de expansión, ni de afirmación. Es un mudra de recogimiento, de resguardo, de intimidad con lo que uno lleva adentro.
Un mudra no es una postura mágica. Es un gesto que el cuerpo hace para sellar una intención, para decir algo que la mente no puede formular. Es un lenguaje silencioso, una oración sin palabras. Y en este caso, lo que se necesita no es una invocación hacia fuera, sino un regreso hacia dentro. A ese lugar donde uno puede descansar, aunque todavía haya preguntas sin responder.
El dhyāna mudra que se propone para esta luna es muy simple: las manos se colocan sobre el vientre, una encima de la otra, con las palmas hacia arriba y los dedos relajados. Los codos descansan cerca del cuerpo. No hay tensión. No hay forma rígida. Solo el gesto de recogerse, como si el cuerpo entero dijera: “Estoy aquí. No necesito hacer nada más. Solo estar presente”.
Este gesto puede parecer insignificante, pero tiene un efecto profundo. Activa una memoria corporal de contención, como cuando uno era niño y se refugiaba en el regazo de la madre. No se trata de buscar experiencias místicas. Solo de sentir que uno puede sostenerse en silencio, sin juicio, sin exigencias.
La mejor forma de practicarlo es durante la noche del 10 de junio, cuando la luna ya se muestra llena y el Purnima Tithi aún sigue activo. Si estás sentado, simplemente colócate en esa postura. No pienses en hacerlo “bien”. No busques sentir nada especial. Respira. Quédate. Deja que el cuerpo y la respiración hagan lo que tengan que hacer. El mudra no es para controlar nada. Es para permitir que lo real se acomode.
Muchos sienten que este gesto los ayuda a bajar el ritmo interno. Que la mente deja de correr, que el pecho afloja un poco, que hay más espacio entre pensamiento y pensamiento. Eso no siempre pasa de inmediato. Pero con práctica, este mudra se convierte en un refugio. Una forma de volver a casa sin moverse del lugar.
Esta luna trae verdades que no se resuelven con teoría. Trae emociones que no se ordenan con lógica. Y cuando eso ocurre, lo más honesto que uno puede hacer es no hacer nada. Solo sostener el proceso. A veces, la sanación más profunda ocurre cuando uno no interrumpe lo que está queriendo salir a la luz.

Sadhana para la luna llena: ritual silencioso de purificación emocional
Sadhana significa práctica espiritual. Pero más que una rutina, es una forma de conexión. Es el modo en que el alma se alinea con lo que el cielo está mostrando. Y en este caso, el cielo no está celebrando. Está limpiando. Está removiendo capas que ya no sostienen. Está ayudando a soltar lo que se venía cargando desde hace tiempo. Y eso, aunque no siempre sea cómodo, es profundamente sagrado.
La noche del 10 de junio, cuando la luna ya está llena a la vista y la fase luna llena siga activa, es el momento propicio para esta práctica. No es necesario tener un altar especial ni objetos religiosos. Solo hace falta un espacio donde puedas estar contigo, sin interrupciones. Puede ser tu habitación, una esquina tranquila del hogar, o incluso el propio cuerpo convertido en templo.
Comienza limpiando tu espacio. No como un acto supersticioso, sino como una forma de respeto. Cuando uno limpia afuera, también se prepara por dentro. Luego, enciende una vela o lámpara. No por el fuego en sí, sino porque la luz ayuda a recordar que estás entrando en un tiempo distinto, más sagrado, más tuyo.
Siéntate en silencio. Respira. Observa. No fuerces nada. No repitas frases vacías. Deja que surja lo que tenga que surgir. Si hay emociones, déjalas pasar. Si hay pensamientos, no los persigas. Si sientes resistencia, reconócela. Eso también es parte de la sādhana. No se trata de controlar. Se trata de estar con lo que está.
Puedes escribir lo que necesites soltar. Puedes nombrar internamente a las personas o situaciones que ya no tienen lugar en tu corazón, no con rabia, sino con claridad. Esta luna es ideal para entregar lo que ya no debe acompañarte, para liberar cargas, cortar hilos invisibles, dejar morir sin miedo lo que ya terminó.
No busques “sentir” algo especial. La verdadera sādhana no busca experiencias. Busca verdad. Y la verdad, cuando se toca, es simple. A veces duele. A veces alivia. Pero siempre limpia. Y esa es la función de esta luna: limpiar sin escándalo, cortar sin violencia, dejar espacio sin huir.
Finaliza la práctica con una oración sencilla. No pidas nada. Solo agradece. Agradece por haber llegado hasta aquí. Por tener la posibilidad de rendirte. Por poder comenzar a vivir más liviano, más sincero, más alineado con tu alma.
Ese es el sadhana de esta luna: un ritual sin ruido, una entrega sin forma, una purificación sin lucha.

Meditación de luna llena: rendirse a la compasión que disuelve el ego
Ya hemos mencionado el mantra, el mudra, la deidad y el sadhana que acompañan esta luna llena. Ahora vamos a integrarlo todo en una meditación sencilla, sincera y profundamente transformadora.
Busca un lugar tranquilo. Siéntate con la espalda recta, sin tensión. Coloca las manos sobre el vientre, una encima de la otra, palmas hacia arriba, como aprendiste en el mudra de recogimiento. Cierra los ojos suavemente. Respira sin controlar el ritmo. Solo siente.
Visualiza la luna sobre ti. No necesitas verla. Solo recuerda que está ahí. Llena, presente, testigo de lo que el alma calla.
Desde esa conciencia, repite el mantra mentalmente:
Om Duṁ Durgāyai Namaḥ
Hazlo con sinceridad. No lo recites como un deber. Escúchalo por dentro. Permite que el sonido sea como un hilo que une el corazón con la compasión que lo sostiene.
A medida que respiras, siente cómo la luz de la luna desciende hacia el centro del pecho. Allí puede haber peso. Puede haber miedo. No intentes cambiarlo. Solo deja que esa luz lo toque. Déjala quedarse ahí. No para eliminar nada, sino para envolverlo sin juicio.
Si aparecen emociones, no las bloquees. Si la mente se distrae, vuelve al mantra. Si el silencio se llena de cosas que no entiendes, respira. La meditación no es para tener control. Es para soltar el control con respeto.
Repite internamente:
“Me rindo a lo que no puedo resolver. Me abro a lo que aún no comprendo. Confío en que esta luz sabe más que yo.”
Quédate en ese estado unos minutos más. No apresures el cierre. Cuando lo sientas, une las palmas al corazón. Inclina la cabeza. Agradece. Agradece a la Madre que acompaña sin condiciones. Agradece a la luna que disuelve sin hacer ruido. Agradece por la gracia de poder descansar, al menos por un momento, en algo más grande que tú.

Un poco de historia védica: sobre la estrella Jyestha
En los antiguos relatos védicos, Soma, el dios de la Luna, tomó por esposas a las veintisiete hijas del sabio Prajapati Daksha. Estas veintisiete esposas no eran simples compañeras. Cada una de ellas correspondía a un nakshatra (estrella), una mansión lunar, y por tanto, a un aspecto específico del alma y del tiempo sagrado. Entre todas, una era la mayor. Su nombre: Jyestha, “la primera”, “la más grande”, “la nacida antes que las demás”.
Jyestha no era la más encantadora a los ojos de los demás. No tenía el magnetismo de Rohini, ni la dulzura de Anuradha. Pero su lugar no venía dado por belleza ni simpatía. Era la mayor. La que llevaba sobre sí el peso del orden, la responsabilidad del respeto, la autoridad silenciosa que no se anuncia, pero se espera. Su posición implicaba dignidad, no exhibición. Su amor era maduro, comprometido, serio.
Soma, sin embargo, no valoró esa presencia. Desde el inicio, mostró preferencia por Rohini, la más joven, la más bella, la más carismática de todas sus esposas. Visitaba con frecuencia su morada, se quedaba días enteros, y en cambio, evitaba o posponía su paso por la casa de Jyestha. Ella lo observaba en silencio. Esperaba. Pero con el tiempo, la espera se volvió herida. No por celos superficiales, sino por el dolor profundo de saberse desplazada. Ella, que representaba el principio mayor, había sido convertida en sombra. Y no por lo que hacía, sino por lo que no ofrecía a los ojos de Soma: belleza fácil, agrado inmediato, dulzura sin juicio.
Tras repetir su reclamo sin respuesta, Jyestha acudió a su padre, Daksha, no como una hija caprichosa, sino como una esposa deshonrada. Dakṣa, al ver que su yerno no corregía su conducta, ni equilibraba su afecto entre todas sus esposas, emitió una maldición: que la luz de Soma se fuera apagando. Que su plenitud no durara. Que cada vez que alcanzara su mayor brillo, comenzara de nuevo a menguar.
Desde entonces, la luna no permanece constante. Su luz es cíclica. Crece, alcanza su punto más alto, y luego se desvanece. La plenitud ya no es perpetua. Y esa fragilidad que hoy reconocemos en la luna nació de una injusticia emocional: del dolor de una mujer que no fue vista, del desprecio a una presencia que debía haber sido honrada.
El mito puede parecer simple, pero su enseñanza es profunda. Soma representa la mente, el deseo, la atracción que no siempre es justa. Jyestha representa la parte del alma que ha cumplido su rol, que ha sostenido, que ha esperado sin adornos, pero que no ha sido elegida. Y Rohini, la esposa favorita, representa todo aquello que brilla fácilmente, que atrae, que enamora, pero que no necesariamente sostiene a largo plazo.
Esta luna llena ocurre en el nakshatra de Jyestha. Y con ella, el cielo vuelve a contarnos esta historia. No para repetirla. Sino para transformarla. Porque todos, en algún momento, hemos sido Jyeshta. Todos hemos sentido que dimos lo mejor de nosotros y no fue suficiente. Que nos relegaron sin razón. Que otro fue preferido, no por ser más profundo, sino por ser más cómodo. Y ese tipo de herida, si no se reconoce, se transforma en dureza. En orgullo. En amargura.
Pero esta luna no viene a endurecer. Viene a ablandar. A permitir que la herida se vea. A dejar de negar que aún duele no haber sido elegidos. A dejar de fingir que no importaba. El símbolo del paraguas, que acompaña a Jyēṣṭhā, representa protección, dignidad, resguardo. Pero también distancia. Sombra. Una sombra que ha cargado con mucho, sin poder mostrarlo.
Esta luna es el momento para mirar a esa parte del alma que fue desplazada, no con juicio, sino con ternura. No para exigir venganza, sino para recuperar la dignidad perdida. No para que el otro pida perdón, sino para dejar de vivir según la herida. Porque la luz que vuelve a crecer después de la mengua no lo hace por capricho. Lo hace porque ha pasado por la oscuridad y ha sabido volver.

La plenitud sin nombre: poder oculto en lo no celebrado
No todas las lunas llenas vienen acompañadas de festividades. Algunas tienen nombre, historia, procesiones, cantos, ofrendas. Esta no. Esta luna no está dedicada a ninguna deidad popular. No se celebra en los calendarios masivos. No tiene templo ni leyenda heroica. No es Buddha Purnima, ni Gurú Purnima, ni una fecha de peregrinación.
Y sin embargo, aquí está. Llena. Silenciosa. Potente. Como una presencia que no necesita reconocimiento para ser verdadera.
Esta es la luna de Jyestha. La mayor. La que fue olvidada. La que no tuvo altar ni flores. Pero fue la que sostuvo, la que esperó, la que no abandonó su lugar a pesar de haber sido relegada. Esta luna lleva esa misma cualidad: no se anuncia, pero transforma. No grita, pero corta. No exige, pero limpia con firmeza.
Su poder no está en la visibilidad. Está en el trabajo interior que despierta. En el proceso que empuja desde dentro, sin que nadie lo vea. En el corte silencioso que libera a la conciencia de viejos apegos, de lealtades ciegas, de emociones no procesadas.
Esta luna no necesita una festividad. Porque no viene a entretener. Viene a remover. A ponerle nombre a lo que dolía en secreto. A recordar que hay plenitudes que no brillan hacia fuera, pero que iluminan lo que estaba escondido por dentro.
Y a veces, justamente por no tener nombre, esta luna es más poderosa. Porque no convoca masas. Convoca al alma. Y lo que el alma encuentra en este tipo de plenitud no es gloria. Es verdad.

Esta luna no viene a otorgar poder mundano, ni a satisfacer deseos. Viene a recordar que el alma no se fortalece por acumulación, sino por entrega. Que el verdadero poder no está en controlar lo externo, sino en rendirse a lo que es eterno. Y que la devoción no es emoción ni práctica vacía, sino disciplina del alma, fidelidad al Dharma, y reconocimiento del Señor como único refugio.
El alma no se purifica por autoanálisis, sino por saranagati: entrega consciente, lúcida, interior. Esa entrega que esta luna favorece no es resignación. Es alineamiento. Es comprender que sin la gracia no hay conocimiento que libere, ni práctica que transforme, ni inteligencia que salve.
Esta luna, que no está adornada por festivales, es más favorable para quienes no buscan reconocimiento. Es apta para tapasya silenciosa, para votos internos, para la renuncia sincera de lo que entorpece el camino. No ofrece imágenes atractivas. No busca complacer. Pero sí otorga claridad, discernimiento y una fuerza que no viene del ego, sino del vínculo con lo trascendente.
El devoto que comprende esto no necesita experiencias. Solo necesita firmeza en el corazón, dirección clara y humildad verdadera. Lo demás es añadidura.
La luna se llena. Y se vacía. El alma permanece. Que esta plenitud silenciosa sostenga el retorno al centro. No al centro del yo, sino al centro del Universo (Bhagavan) Ahí donde comienza todo.
Hare Krishna Hare Krishna
Krishna Krishna Hare Hare
Hare Rama Hare Rama
Rama Rama Hare Hare 🙏🏽









Gracias Nanda 📿🫀🫶